"De repente se levantó una voz entre
las ramitas peladas de lo alto
en un apasionado canto de la tarde
de alegría sin límites;
un viejo tordo, débil, flaco y pequeño
con las plumas erizadas por el viento;
había decidido arrojar su alma
en las tinieblas crecientes.
Qué motivo tan pequeño para los villancicos
de un sonido tan extático,
escritos sobre cosas terrenas,
lejos o cerca, alrededor,
que yo podía pensar que se estremecía
con su canto de "feliz nochebuena"
alguna bendita esperanza que el conocía
y que yo desconocía"
Thomas Hardy.
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