Traté de hacer una alegoría a la ciencia para no tener que pintar un corazón tradicional, innovar, es eso lo que quería. Traté, entonces, de mezclar la realidad con la fe.
En el callejón de Chirinos, podréis contemplarla mientras venza el plazo de los días que agostarán este mes de mayo.
Desconozco si la casualidad une los tiempos de personas que no pudieron conocerse.
Cuando contemplé la cruz izada en un olivo centenario que, mi tatarabuelo Camilo Moya Rubio, a finales de 1800, plantó en la Cañada del Clérigo, sentí que algo alumbraba la conciencia.
Acrílico sobre madera de pino.
Mayo 2022.
Sin palabras primo ,me encanta
ResponderEliminarGracias, abrazos
EliminarPreciosa la imagen, la búsqueda de sentido y lo conseguido. Las palabras solo eran necesarias para unir las dos generaciones distantes en el tiempo. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Esteban, un abrazo
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